HIPÓTESIS DE UN FUTURO NUCLEAR: 3
30/12/17
La Europa de la UE (Unión Europea) contabiliza 125 reactores en funcionamiento y 4 en construcción, con lo que se alarga el funcionamiento nuclear, como mínimo, hasta los años 70 de este siglo. Por su parte, la Europa que no está en la UE supone 55 reactores más y 8 unidades en construcción distribuidos en 5 países: Suiza, 4 reactores; Belarús, 2 en proyecto; Ucrania, 15 en funcionamiento; Rusia, 35 en funcionamiento y 6 en proyecto; y Armenia, 1 en funcionamiento; un breve repaso de cada país, contrastando las informaciones de la Asociación Nuclear Mundial y del informe 2017 del World Nuclear Industrial Status Report (WNISR), nos da nuevas pistas sobre la supuesta decadencia nuclear.
El caso de Suiza fue analizado en el mt-e de julio de 2017, en un artículo que mostraba como las políticas de “cierre nuclear” en determinados países significaban la legitimación de los planes de las empresas propietarias para las centrales. En Suiza no hay proyectos de nuevos reactores, por tanto, se mantienen funcionando los existentes el mayor tiempo posible. Era eso lo que se presentaba como abandono de la energía nuclear en el referéndum en mayo de 2017, apoyado por un 58% de los votantes. Las envejecidas y peligrosas nucleares suizas continuarán funcionando como mínimo hasta el 2030, o tanto tiempo "como puedan ser consideradas seguras", algo que se publicita a nivel internacional presentando las centrales suizas no como viejas, sino como provistas de experiencia.
Armenia es el caso más débil de política nuclear: un solo reactor en funcionamiento desde 1980, que ha decidido alargar su funcionamiento hasta el 2026, llegando a los 46 años. Aunque se ha anunciado la planificación de un nuevo reactor que podría conectarse en 2026, tras el cierre del actual, el proyecto no tiene muchas perspectivas.
El contrapunto de Armenia es Belarús (antigua Bielorrusia). Amplias zonas del país sufrieron directamente el impacto de la catástrofe de Chernóbil, hasta el punto de que la superficie afectada por radiación supera la de Ucrania. Pese a ello, Belarús, un país sin centrales nucleares, ha iniciado en 2013 y 2014 la construcción de dos reactores de 1109 Megavatios de potencia cada uno, que se espera entren en funcionamiento entre 2019 y finales de 2020. Belarús ha sido presentado por la industria como ejemplo modélico de país “recién llegado” a la energía nuclear.
Hay que hacer constar que Belarús importa una parte de su electricidad de Rusia y Ucrania, lo que aumenta la aberración del proyecto nuclear, al tiempo que ilustra las inercias de técnicos y políticos cuando se trata de afrontar la cobertura de las necesidades energéticas de una sociedad. Asumidos 60 años de funcionamiento, Belarús tendrá centrales funcionando hasta 2079 y 2080, o más allá, según se cumplan los plazos de construcción y se conecte a la red.
Pero las mayores amenazas en Europa provienen de Ucrania y Rusia.
Si Belarús supone la ilustración de refranes castellanos sobre faltas de escarmiento en cabezas ajenas y tropezones repetidos en metafóricas piedras, Ucrania es una armoniosa combinación de ceguera y obcecación. Treinta y un años después de iniciarse, la catástrofe de Chernóbil continúa marcando el día a día de la sociedad ucraniana, determinando los niveles de salud y bienestar (o malestar, más bien) y alterando toda la economía. Precisamente por todo ello los que mandan en Ucrania despliegan una combinación compleja de secretismo/distracción para hacer invisibles las consecuencias de una sociedad contaminada radiactivamente. El punto más significativo de dicha política es la imposibilidad de obtener estadísticas fiables del estado de salud de la población de Ucrania desde 2012.
Los 15 reactores que mantiene funcionando Ucrania ya han sido autorizados hasta los 50 años, lo que lleva a calendarios de cierre entre 2030 y 2050. Como no podía ser menos existe un ambicioso plan de construcción de 13 nuevos reactores de reemplazo, aunque sea algo muy poco probable. El mayor conflicto aparece en la construcción de dos unidades (iniciada en 2015) para suministrar electricidad a Polonia.
En 1986, el inicio de la catástrofe de Chernóbil debería haber provocado una política de transición energética y cierre de nucleares si la lógica basada en el bienestar social se hubiese impuesto; pero se impuso una lógica diferente, la lógica de los que mandan, que considera el bienestar social como un factor secundario dentro del dogma del beneficio. En pocas palabras: los que mandan han decidido que la condición de país en el que se daba por vez primera una fusión del núcleo de un reactor con emisión masiva de radiación a la atmósfera obligaba a Ucrania a ser un ejemplo de continuidad de la energía nuclear. La lógica perversa de tal decisión es fácil entender a poco que se piense.
Aunque parte de su territorio se extiende por Asia, mantenemos la convención de adjudicar a Europa los 35 reactores que funcionan en Rusia. La mayoría de ellos ya han recibido licencias de funcionamiento hasta los 60 años, lo que supone una amenaza segura hasta el 2030, y que se incrementa con las unidades que han entrado en funcionamiento en la presente década, Rusia tiene en proceso de construcción 5 reactores más, cuya conexión a la red está programada entre los años 2018 y 2020, lo que llevará la presencia nuclear hasta los años 80 de este siglo.
Además, se proclama que hay 26 reactores más en fase de planificación, la mayoría para entrar en funcionamiento entre 2025 y 2030; y otros 22 en fase de propuesta, sin fecha de planificación, ni de construcción y puesta en funcionamiento.
Habrá que estar atentos a la concreción de los primeros 26, ya que marcará el ritmo del mantenimiento de la infraestructura nuclear.
Resumiendo: visión global de perspectivas nucleares en el conjunto de Europa
Entre reactores en funcionamiento y proyectos en construcción, unas 62 unidades marcan una presencia nuclear que se proyecta hacia el futuro. Partiendo de los datos de la propia industria es razonable esperar el cierre de 5 reactores antes del 2020; otros 20 cerrarían entre 2020 y 2030; y 15 más lo harían hasta el 2040. La auténtica amenaza son los 22 reactores que funcionarán entre 2040 y 2085, ya que la mayoría comenzaron a funcionar entre finales de los 80 y la primera década del siglo XXI; parte de ellos no tienen garantizados aún los 60 años. Son estos 22 reactores externos a la UE, unidos al mínimo de otros 22 situados en países de la UE, los que hacen la presencia de la energía nuclear se imponga en Europa, en principio hasta el umbral del siglo XXII.
Lo que demuestra el éxito de la estrategia adaptativa de la industria tras el contratiempo de Fukushima.
Pero no perdamos de vista la situación de la industria nuclear en España en este 2017 que acaba de finalizar
Desde inicios de diciembre, hasta el día 28 en que se cierra este artículo, las informaciones sobre la negociación de las ventajas económicas para los propietarios de las centrales son escasas, el punto clave para la renovación de licencias hasta los 60 años, pero el runrún propagandístico es continuo. Abundan los indicios de que el gobierno del PP y las eléctricas llegarán a un acuerdo, desde artículos de opinión de expertos en la presa económica, hasta declaraciones oficiales en foros, pasando por la reiteración periódica de la postura oficial del ministro del PP, aprovechando cualquier excusa.
Enel-Endesa, Iberdrola y Gas Natural-Fenosa se lamentan de la falta de rentabilidad de las nucleares, mientras calculan los incrementos de beneficios que les reportará la última rebaja fiscal de la administración Trump.
En todo caso, se inicia 2018 y, si no se producen demoras, en febrero las pautas del modelo energético de transición llegarán al Congreso para su debate, aunque ya se están produciendo oportunas filtraciones para crear el ambiente propicio.
Cambio climático y aumento del precio de la electricidad son las consignas más repetidas por el gobierno del PP y elementos afines cuando se pronuncian sobre la energía nuclear, pero en el silencio general, destaca la distancia entre las declaraciones políticas de la UE y los acuerdos tomados en reuniones de dicho organismo; mientras que las primeras hacen ejercicios de retórica sobre sostenibilidad y el medio ambiente, los segundos se atienen meticulosamente a las agendas de los grupos de presión que representan intereses de industrias energéticas, se combina la proclama, con la demora en la aplicación de lo que se proclama, y se disfraza dicha demora con nuevas dosis de retórica. Lo acontecido con el carbón es más que un síntoma preocupante. Informaciones sobre todo lo anterior pueden encontrarse en la HEMEROTECA de diciembre.
Así, mientras los profesionales de la política discursean sobre sostenibilidad, los organismos donde se toman las decisiones se rigen por los imperativos que dicta el BAU.
http://mientrastanto.org/boletin-164/notas/hipotesis-de-un-futuro-nuclear-3
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