Pobreza, hambre, desnutrición y despojo. La despiadada realidad de las comunidades wichís en Salta es conocida ya por los gobiernos de turno desde hace mucho tiempo. Una realidad de marginación y racismo por parte del poder político. Años de destrucción de su almacén de comida natural, de contaminación de sus fuentes naturales de agua. Años de cargar con el desmonte de sus bosques para la expansión de la frontera agrícola con el fin de criar más animales y cultivar más soja transgénica: tan sólo en una década, el agro-negocio desmontó un millón doscientas mil hectáreas de bosque y desalojó a más de diez mil personas. Años de un extractivismo salvaje que los dejó sin acceso al agua potable ya que, nuevamente, el agro-negocio y la ganadería contaminaron los ríos y fuentes subterráneas con los pesticidas, el uso de fertilizantes sintéticos, los excrementos animales, las hormonas y antibióticos que utilizan en ellos, etc. Este contexto en el que viven las comunidades originarias nos demuestra una vez más la problemática de este modelo de producción que sólo beneficia a ganaderos y sojeros millonarios, mientras que el 75% de las comunidades indígenas salteñas no acceden a fuentes de agua segura para consumo y miles de familias no cubren sus necesidades básicas (en el departamento Rivadavia, por ejemplo, 8 de cada 10 familias no las satisfacen). Nuevamente, los intereses de los sectores de poder se anteponen, dejando a las personas más vulnerables en las más míseras condiciones de vida. Tal es la situación que, tan solo transcurridos dos meses del 2020, murieron ya 9 niños y niñas por desnutrición, la mayoría de la comunidad wichí (incluso, la cartera sanitaria comunicó 13 niños a la Fiscalía de Tartagal). Aparte de las muertes, son al menos 32 niños internados por la misma causa y 160 registrados con bajo peso. Niños nacidos en el total abandono estatal, sometidos a las más indignas condiciones, desamparados bajo la indiferencia y el odio de los blancos, ricos y poderosos. Niños que sufren la inacción de personas como Juan Manuel Urtubey, ex gobernador de Salta, quien dijo hacerse cargo de "todos aquellos niños que no se pudieron salvar" pero que con orgullo remarcó que desde que llegó su gobierno al poder hasta hoy, la cantidad de muertes se redujo a la mitad. Me pregunto si se enorgullece también de su complicidad con grandes empresarios y multinacionales, permitiéndoles avanzar cantidad de veces sobre bosques nativos pese a leyes y resoluciones para frenar el desmonte. Incluso, desde la Ley de Bosques del 2007, la mitad del desmonte fue ilegal, pero nadie controlaba esto. Parece que el ex gobernador olvidó estos detalles.
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