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05pacoentraSÁBADO 07 DE MAYO DE 2016
El consumo del desecho de la pasta base de cocaína es nuevo en la provincia; la policía recién comienza a investigar los casos; un dolor que arrasa a las familias

CORDOBA.- Las luces de alerta se prendieron hace varios meses, aunque la presunción existía desde antes. En una zona de esta ciudad, la seccional Quinta, donde abundan las "cocinas" de drogas, no sorprende que el consumo de paco golpee a los más jóvenes. Demoró más de lo que se suponía, pero está. Y, al igual que en Buenos Aires, son las madres las que empiezan a organizarse, cabalgando en la desesperación y la impotencia. Ante LA NACION, hicieron un pedido desesperado de ayuda.

"Están enamorados de la bolsita de pasta; no les importa nada... No me quedan ni platos ni cubiertos; vendió todo para comprar. Cuando voy al almacén dejo las cosas en lo del vecino y cuando salgo se queda alguien vigilándolo", cuenta angustiada María, el nombre de ficción que elige porque en estas cuadras la pelea con los que venden droga es desigual. Ella ya recibió amenazas e incluso golpes.
Su hijo tiene 15 años; empezó fumando porros y de ahí pasó al paco. La última semana se iba a ir al Sur, a una granja, donde intentaría salir del infierno. No lo hizo y, en cambio, apareció "molido a golpes". Le pegaron los mismos que le venden. "Le venía pidiendo que saliera; ahora parece que se asustó más", confiesa ella con algo de esperanza.
En la Quinta (barrios Muller, Maldonado, San Vicente, Bajada San José, Campo La Ribera, Miralta, Colonia Lola), las pastillas, la marihuana, la cocaína y la "alita de mosca" (cocaína cristalizada de altísima pureza) son sustancias cotidianas desde hace años, pero el paco se sumó al menú con fuerza en los últimos tiempos.
Francisco Salcedo, jefe de la Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA), no niega a LA NACION "que pueda llegar a haber" paco en la provincia, pero insiste con que no hay registros de cocinas de producción ni dosis en el depósito, que funciona desde 2012 y guarda "el producto de 20.000 secuestros" de drogas.

Afirma que los centros toxicológicos tampoco tienen datos de consumo. "Hay un caso de hace cinco años; la persona era de Buenos Aires", menciona. De todos modos, comenzaron a "trabajar de oficio, con directivas expresas" de los fiscales del área.
Rosa (tampoco es su nombre real) es tajante: "Terminan en la cárcel o en el cementerio". Tiene tres de sus siete varones detenidos. Con las lágrimas al borde de dispararse todo el tiempo, relata que todos terminaron el secundario, "pero ya no alcanza".
En enero, con otras mamás, se reunieron con autoridades de Seguridad de la provincia. Les entregaron un plano con los lugares de venta marcados; dieron nombres; detallaron quién recibe objetos robados como parte de pago y quién sólo acepta efectivo; pidieron una posta policial en un lugar diferente de donde está hoy. "Estamos esperando -agregan-. No hay un solo cambio. A los «rateritos» los corren y entran en las casas sin problemas; a los «transas» ni los tocan..."
En una caminata por unas pocas cuadras señalan dónde se esconden los "piperos" (como llaman a los que fuman paco) y los baldíos en los que muchas madrugadas aparecen durmiendo los que vienen desde Renacimiento o Bajada Yapeyú. "Llegan y hasta que no se gastan lo que tienen no se van", apuntan.
El ex director de la Subsecretaría de Prevención de Adicciones (Sepadic) de Córdoba y actual integrante de la Sedronar, Juan Carlos Mansilla, recuerda que hace unos meses recibió a una adolescente consumidora de paco, que fue desintoxicada, y se le dio aviso a Salud de la provincia.
La particularidad de sus consumidores es que no se trasladan; son de donde se fabrica la droga y de sectores sociales muy vulnerables. Para Mansilla, la novedad en Córdoba, en el último año, es la aparición de la demanda local: "Solía ser de quienes venían de otras provincias y traían la cultura" del consumo de paco.
Preocupación
Isabel Vázquez integra las Madres del Paco bonaerenses. Señaló a LA NACION que recibieron llamadas de cordobesas alarmadas porque sus chicos desaparecían "dos o tres días y volvían hechos una piltrafa, sin la misma ropa que tenían". Está segura de que la lucha, hasta que el tema se "ponga en la agenda política" provincial, será muy larga.
La dosis de paco cuesta unos 50 pesos (el doble que en Buenos Aires) y para que rinda unas tres "secas" se la mezcla con cenizas. Las madres que hablan son conscientes de que hay más mujeres preocupadas, pero que tienen temor. "Al más grande mío le dije que se vaya de casa, porque trabajaba y cuando se compraba algo el otro se lo vendía y entonces le pegaba. Así es imposible", suma Rosa.
La situación les provoca tristeza, impotencia y enojo. Una mezcla de emociones que les cuesta definir. Han llegado a pensar que deberían ir con los chicos y atacar a los que les venden. "Son asesinos silenciosos, rodeados de «perros»". Los "perros" son los que los cuidan.
Viendo que sus hijos adelgazan, se les oscurece la piel y tienen los ojos "tristes, como para atrás", prefieren que consuman "blanca" (cocaína) porque "al menos, comen, reaccionan". Quieren hacer algo, pero necesitan colaboración, saben que solas no pueden. "Yo no quiero que a mi hijo lo larguen de la cárcel, como me dijo uno de Seguridad; está ahí porque debe pagar por lo que hizo, pero quiero que los otros no terminen igual", dijo una de ellas.
María entregó a su hijo tres veces a la policía; la última, hace sólo unas horas, por robarle a un vecino. "Le preguntan qué consume, les dice y a las horas me lo devuelven", explica.
Graciela Córdoba integra desde hace 20 años la Red Social de la Quinta, una alianza de instituciones que trabajan "por el bien común de los que viven, transitan y trabajan" en la zona. "Hay mucha preocupación sobre cómo abordar este problema; acá no es fácil ser madre y sostén del hogar y tampoco ser joven y no tener futuro", describe a LA NACION.
"Te vas a morir" les advierten las madres, desesperadas. "Sí... ¿y para qué quiero vivir?", les responden sus hijos, atrapados por el paco.
Más controles en las fiestas electrónicas
Desde la Fuerza Policial Antinarcóticos (FPA) de Córdoba admitieron a la nacion su preocupación por la creciente presencia de drogas sintéticas en la provincia. En los últimos tiempos dijeron los investigadores que se intensificaron las tareas de control en fiestas electrónicas que, en general, se organizan en carpas instaladas en descampados distantes de las ciudades y con jurisdicción municipal "incierta", lo cual facilita que los organizadores no deban realizar los trámites correspondientes de habilitación. Ahora, desde la policía cordobesa, impulsan que los organizadores de estos encuentros deban cumplir con más regulaciones. Entienden que es una manera de limitar más la tarea de quienes comercian las drogas sintéticas en esos eventos. En la actualidad, según los investigadores, una pastilla de éxtasis se comercializa en las citadas fiestas electrónicas entre 150 y 200 pesos.
Fuente:

http://www.lanacion.com.ar/1896364-el-paco-irrumpe-en-cordoba-madres-que-piden-ayuda-para-salvar-a-sus-hijos

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