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EL CAPITALISMO GLOBALIZADO
giuliettochiesaDe Giulietto Chiesa – Megachip
Apuntes en la cumbre del G-20 de Londres, segundo de una serie que se presenta larga, pero también atormentada. Tienen los aires de ser las convulsiones del capitalismo globalizado, el cual, según Giorgio Ruffolo, tiene “los siglos contados”. Solo que viene la duda de usar la palabra “capitalismo”, porque lo que está sufriendo las convulsiones no parece ni siquiera un pariente lejano de aquel tratado por Adam Smith y Karl Marx. Que ya no existe.

En esto, en los problemas, las leyes del mercado no reinan y de todas formas, aunque se las invoque con palabras, no sirve de nada. Si se está nacionalizando todo se debe, por ejemplo, a que la mano invisibile del mercado no ha funcionado. Era, y es, una estructura paroxismal y un poco loca, basada en asuntos evidéntemente falsos, empezando por el más absurdo de todos, que consiste en la ilusión de un crecimiento indefinido de la economía y de la ganancia. Absurdo como la idea de que un sistema finito de recursos, como nuestro planeta, esté en condiciones de aumentar indefinitamente de forma geométrica.
Estas convulsiones suceden en el curso de nuestra vida, la marcarán indeléblemente. Desgraciádamente, nos toca presenciarlas en directo, dejando a un lado cualquier nostalgia –si alguien la tenía- de los triunfos de esa globalización que hubiéramos debido observar con angustia, si hubiésemos visto los efectos mortales, para el Hombre y para la Naturalezza, que la misma implicaba.
El adverbio “desgraciadamente” se usa porque estas convulsiones nos amenazan. Amenazan a los más débiles que serán los primeros que pagarán los efectos.
Las cifras que ha proporcionado el Banco Mundial dicen que, como consecuencia de la depresión en curso, “otros” 22 niños morirán, de más, cada hora, durante el 2009. Muertos adicionales. Debido al sobre-mercado.
Ahora, concluída la cumbre londinense, el eco del mainstream (corriente principal informativa), es unánime: la crisis, si no se ha terminado, está por terminarse. Se empieza de cero.
Pero no es verdad. Es una desesperada tentativa, inutil y equivocada, de tranquilizar a los inversores y a las opiniones públicas que ahora están en vilo entre la angustia y la furia.
Y no es fácil discernir si lo hacen porque no han comprendido lo que está sucediendo, o porque lo han comprendido pero no quieren decírnoslo y tampoco decírselo entre ellos. Los 20 protagonistas del desastre, quien más quien menos, se han puesto de acuerdo para poner en escena un espectáculo. Se puede juzgar por las cifras, que también son falsas -la clásica montaña que da a luz un ratoncito –que hablan de un acuerdo por un valor de un trillón, miles de millones de dólares, para frenar el desastre de las economías emergentes. Pero esto equivale a una gota en el mar.
Se dan, es decir, se imprimen, otros trillones de dólares para sostener un sistema bancario que está paralizado por cuatrillones de dólares de títulos “tóxicos”, de derivados-ficción que han sumergido la economía real en una mar de papel. Son grandezas incomparables, como quien quisiera vaciar el mar con un caldero.

Alguien –como Stiglitz y Krugman, dos premios Nobel por la economía- gritan advertencias que no son escuchadas. Pero el espectáculo tiene que seguir adelante cueste lo que cueste, aunque tendría que ser evidente que el imperio del dolar se está acabando, junto al imperio de los Estados Unidos. Obama ya no puede decidir por si solo.
Todos los parámetros de referencia se están modificando contemporaneamente. Europa y Estados Unidos ya no están en la misma onda. Y no son los revolucionarios marxistas (que ya no existen), los que contraponen el modelo europeo al americano, sino los conservadores de Francia y Alemania.
Obama razona para salvar el servicio bancario mundial de Wall Street, en quiebra. Europa empieza ahora a entender, con dificultad, que la famosa “estrategia de Lisboa”, con la que se quería llegar a las mismas metas de America, murió. Y debe defender –contra el terrible reaparecer de la lucha de clase – su aún semi-funcionante, por semi-suerte, sistema de amortizadores sociales representado por ese welfare state sobre el que hasta ayer todos escupían como si se tratase de un residuo histórico inútil
China está ligada a una Noteamérica que –como Obama mismo dice- consume con trágica voracidad (con dinero chino). Por lo que está con Obama apoyando la inevitable locura de la estimulación fiscal a las empresas para aumentar de nuevo los consumos (americanos, chinos y nuestros).
Pero China está también con Europa porque, como Europa, exporta y ahorra. Pero no significa estar cómodo en medio del punto crítico de la situación, porque pronto se verá que los Estados Unidos de Obama tienen que “consolidar” su deuda fantastrillónica. Y lo harán devaluando el dólar, es decir, devaluando los dos trillones de dólares que los chinos han acumulado comprando deuda americana.
No es casualidad que los chinos hayan puesto en la mesa, primero en Londres, la “sacrílega” cuestión de que si el dolar puede ser todavía, por si sola, la moneda de reserva mundial. ¿Pero podrá Obama poner en discusión el pilar sobe el que se ha regido el poder imperial?
Una gigantesca fractura se ha abierto entre Norteamérica y el resto del mundo. Y, nueve años después de su inicio triunfal, se ve ahora con claridad que no será un “siglo americano”. Lo que sucederá no lo sabe nadie, porque nadie tiene la receta para salvarlo sin tragedias. Londres lo ha demostrado.
La crisis que se ha abierto no terminará mañana y tampoco pasado mañana. Nos esperan largos años de tormento. Y a la salida del tunel se presentarán, a cobrar la cuenta, los límites que ahora apenas se asoman y de los que todos prefieren no hablar: límites energéticos, límites climáticos, limítes de los descartes, límite del agua.
Nos dicen una cosa sencilla: crecer, con los sistemas que nos hemos puesto sobre la espalda, será imposible. Fuente: Megachip
7 de abril 2009

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