01/06/2016
El ingeniero vallisoletano es director general adjunto de Seguridad Nuclear en el Organismo Internacional de la Energía Atómica de la ONU. Su principal misión es la promoción de los usos de las técnicas nucleares que mejoran el bienestar de la Humanidad
• ESTÍBALIZ LERA
La tierra tiene memoria, esconde y espera y es capaz de enseñar sus recuerdos a quién sabe cómo escucharla. Juan Carlos Lentijo tiende la mano para rescatar esos pensamientos que navegan errantes e indefensos. Nació en la localidad vallisoletana de Pedrosa del Rey, pero pronto se trasladó a la ciudad del Pisuerga.
Allí comenzó a estudiar Ingeniería Industrial porque tenía «una fuerte atracción» por la tecnología y la ciencia. «Hubo una mezcla de vocación y de que en aquel momento se percibía que la ingeniería iba a dar buenas oportunidades para el desarrollo profesional posterior», confiesa.
Y así es como empezó a tejer un camino que le ha llevado muy lejos. Tras terminar sus estudios en la Universidad Politécnica de Madrid, porque en Valladolid no ofrecían en ciclo completo, hizo varios cursos en lo que entonces era la Junta de Energía Nuclear, que hoy es el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat). También se empapó de conocimiento en Bélgica, Alemania y Estados Unidos.
Es una de esas personas cultas, pero a la vez humildes, de las que casi todo el mundo habla bien. Tras 28 años en el Consejo de Seguridad Nuclear, este ingeniero saltó en junio de 2012 al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) de la ONU, como director adjunto del departamento de Seguridad Nuclear. Su principal misión, según cuenta, es la promoción de los usos de las técnicas nucleares que mejoran el bienestar de la humanidad. Su departamento fomenta la utilización de las radiaciones ionizantes en los diferentes países de acuerdo con las normas de seguridad.
Lentijo comenta que dan asistencia directa a los Estados miembros que lo solicitan a través de misiones de expertos, pero también preparan normas internacionales y transfieren el conocimiento. «No hacemos investigación directa, sino coordinamos los trabajos que se realizan en los diferentes centros», aclara, antes de añadir que intentan que no haya duplicaciones en los proyectos, sinergias y buena coordinación entre las actividades que desarrollan los distintos laboratorios en el mundo.
Este vallisoletano, que dirigió misiones internacionales a Fukushima tras el accidente nuclear japonés, resume su trayectoria sin darse ningún tipo de importancia: «Es seguir con el servicio público». Eso sí, con días frenéticos, porque, además de la actividad de oficina, no hay semana que no tenga que inaugurar o clausurar conferencias internacionales. Además, dice que tiene muchas viajes, ya que su división apoya a países que quieren poner en marcha su programa nuclear, pero también «ayudar a países con menos recursos a deshacerse de fuentes radioactivas en desuso». A todo este ajetreo se unen las reuniones sociales y fiestas en las embajadas donde pulsa las necesidades de los países.
Preguntado por la investigación y la innovación en España, considera que el sector mejoró bastante, pero todavía es débil. «Esto hizo que la crisis fuera más intensa que en otros sitios porque no habíamos afianzado mucha infraestructura propia y había una gran dependencia de terceros», reflexiona el ingeniero. Su particular receta es avanzar el modelo. Por ello, pide a las Administraciones públicas hacer «un esfuerzo importante» para involucrar al sector empresarial. «Si queremos consolidar una posición fuerte y competitiva, tenemos que reforzar nuestras capacidades de innovación».
Cree que hay poca interacción entre los centros nacionales de investigación, las empresas y la universidad. En su opinión, es necesario fomentar la investigación a través de programas concretos, pero además de acuerdos permanentes con universidades que permitan desarrollar proyectos y sirvan para canalizar nuevos científicos, ingenieros, especialistas...
Los jóvenes son otra de las preocupaciones de Lentijo. Según su parecer, se está desaprovechando una inversión que ha hecho tanto el Estado como las familias y esto crea problemas personales, pero también de infraestructura, profesionalidad y riesgo en el país. «Hay riesgo de fuga de cerebros y creo que después de haber hecho esa inversión, si queremos un futuro mejor necesitamos que pongan su sabiduría y conocimiento a disposición del desarrollo de España. La sociedad tiene que hacer un gran esfuerzo porque será en beneficio propio», sentencia.
Link: http://www.elmundo.es/economia/2016/06/01/574ec7f7ca4741be508b45bf.html