Resulta que allí, en Pequeña Cochabamba, funcionan cientos de talleres clandestinos y, por ello, es conocida como uno de los polos textiles (ilegales) más importantes del Gran Buenos Aires. De hecho, por su cercanía al límite con Lomas de Zamora, es uno de los principales proveedores de La Salada, la feria que ganó el mote de la más trucha del mundo para la Unión Europea. Y, si La Salada es la más trucha, 17 de noviembre bien puede postularse al barrio más clandestino del Globo.
Tal es la impunidad del funcionamiento de la ilegalidad que una radio local (también trucha) organiza la “Gran Fiesta de los Talleres”, en la que –tal como anuncia el volante- “habrá grandes premios”. El primer galardón se lo llevará el taller “más alegre y animado” de la noche; en segundo término, será coronada una reina (a la que se le entregará corona, banda y ramo de flores) y, por último, la bandera más grande, la más linda y la mejor vestimenta, se llevarán trofeos como recompensa.
Ahora bien, ¿qué dicen los protagonistas de esta realidad? A José y a María les cuesta hablar del tema y, de algún modo, hasta lo justifican: “Uno quiere trabajar la mayor cantidad de horas posibles para ganar más y te quedás a vivir dentro del taller para gastar en un alquiler de una pieza. Además, también te dan de comer”.
-José: Yo tengo una forma muy particular en esto. En mi taller atiendo con mi señora y alguna vez algún familiar, no tengo casi gente que depende de nosotros. Hago ropa de bebé y tengo mi propia marca. Hay muchos talleres por acá, pero creo que cada uno se acomoda a su forma, su manera de trabajar. Hay recién llegados que lo toman o los traes desde allá con falsas promesas y una vez llegados acá, todas las promesas se diluyen”.
-María: “Cuando uno viene para acá lo hace por su necesidad, porque allá no le alcanza y como aquí el sueldo parece bastante... pero llegada la hora de cobrar te das cuenta que 600 pesos no alcanzan para vivir. Entonces, uno para achicar gastos tiene que estar cama adentro, porque no va a poder pagar el alquiler de una habitación porque te piden 300 pesos. ¿Y dónde está tu comida? Entonces, por necesidad de no estar robando o estando en la calle, acepta uno eso, someterse. Y ante esta necesidad hay gente que se abusa y explota a la gente, pero hay otra parte que les ofrecen todo lo que pueden. Es más, una vez que están aquí, están 6 o 7 meses como tontos, pero después se dan cuenta que pueden ganar mejor en otro lado y van cambiando. Pero hay otros que están más sometidos y no pueden salir porque no tienen documentos. La sociedad misma hace que queden así aislados porque si les piden documentos pueden ir presos y la discriminación misma. Uno piensa: “Aquí estoy mejor, protegido, con mis amigos”. Prefieren estar todos juntos y salir los fines de semana, son a los que yo llamo los “topitos” porque están ahí metidos toda la semana, todo el día, y salen solamente los fines de semana.
-¿Por qué soportar ese tipo de trabajo esclavo?
-José: Yo pienso que es derecho de piso que hay que pagar.
-María: Allá la necesidad es tanta que uno se tiene que ir, dejar sus afectos. No sólo vienen para acá, sino también a Brasil, a España, Suiza, Italia, China, van para todos lados. Pero la última vez que viaje a Bolivia pude observar que la trata de personas está disminuyendo porque están instruyendo a la gente para que no se vayan con cualquiera, que no dejen a los niños porque se han destruido muchas familias así. El gobierno está atendiendo la problemática. Hay muchos de esos casos en que les sacan el dinero, los llevan a otro país y los tienen a todos hacinados. Pero por suerte, esto está cambiando. A muchos les preguntas: “¿querés ir a Argentina?” y ellos responden: “No, me van a tratar mal”.
-José: Yo trabajé en Flores con un coreano y tenía ciertos privilegios, por mi forma de trabajo, me trataban especialmente al resto. Cuatro meses me quede con cama, después aprendí el rubro, era re canchero yo, y me ascendieron a oficial. Ahí se abrieron las puertas para mí, ya no cobraba 300, 500 ya subí. Después de eso empecé a escalar y yo ponía las condiciones, no me quedaba hasta la medianoche, sino que me iba a las 19 a mi casa. Estaba en negro, pero en los meses de vacaciones mi sueldo seguía corriendo.
La gente que iba llegando al taller, llegaba del campo sin poder hablar el castellano, hablaban el quechua perfectamente bien. Pero ¿qué? Probablemente esa gente nunca habría trabajado en Bolivia, vino acá y se le pagaba un monto de dinero. Esto lo valoraban bastante. El equivalente a 300 pesos en dólares allá es una suma grande. Entonces, fueron ellos mismos los que fueron trayendo gente.
-¿Es verdad que muchos empleadores se quedan con los documentos?
-José: Una generación anterior a la mía, fueron trabajando de empleados, de peones, en esas categorías menores; pero he estado notando que,últimamente, los hijos de estos peones ya están en las facultades y en los institutos terciarios. Tengo un hombre conocido que se esforzó y pudo pagarle al hijo un curso en la Universidad de Belgrano. Y ahí iba él con su ropa harapienta y sus zapatillas rotas, sacó el mejor promedio de todos, lo recomendaron para una empresa y ahora está apunto de comprarse un 0KM. Trabaja pocas horas y gana muy bien, también, anda de pilcha. Me doy cuenta que los hijos ya no están metidos en albañilería, verdulerías y talleres, se están formando para ser profesionales y no se van a quedar acá, sino que se van a ir a vivir a quintas, countries. Y tengo fe, porque mi hijo está pensando así.
-¿Cómo trata la comunidad a los talleristas que continúan tratando mal a los costureros?
-María: En una oportunidad vino una mujer a mi casa y me contó que el dueño del taller había violado a una de las hijas de una empleada y que la trataba mal. Pero no me quiso decir quién era ese hombre ni dónde quedaba el taller. Cuando pasan estas cosas, nadie se quiere meter.
-¿Viven familias adentro de los talleres?
-María: Sí, hay familias. Yo, hace mucho, trabajaba en un taller, después de eso, dije nunca más. Era por el 98, 200 pesos era mi sueldo como ayudante, vivía ahí con mi hijo para ahorrar y no gastarme ni un centavo, pero llegada la hora, no me pagaban. Nunca me pagaron, a los cuatro meses me fui. Muchos venían a reclamar su sueldo y el dueño se hacía esconder, “decile que no estoy”. “A mí no puede hacerme esto”, pensé y me fui hasta el consulado para denunciar la situación y que me ayuden, perome dijeron: “No tenés documentos, no podemos hacer nada”.
-José: Ya no se escuchan esas quejas. Ahora se trabaja de las 7 de la mañana hasta las 7 de la tarde.
-José: Es raro que vengan familias integras, vienen muchachos de 20 años. Llega y trabaja, no tienen al papá ni a la mamá, está fuera de control. Encima sintonizamos la radio de un boliche conocido y los sloganes publicitarios los incitan a venir, de lunes a viernes escuchar eso. Las chicas y los muchachos están desesperados de que llegue el sábado. Llega el sábado ni comen, se bañan y se van derecho al baile. Y, como tiene conocimiento que no hay nadie que le diga nada, está libre, hace lo que le plazca: si quiere se toma, si quiere va a trabajar. Todos jóvenes, y el lunes al mediodía se los ve hechos pelota. El alcohol también es un problema, algunos se gastan todo emborrachándose.
-María: Y eso es también causante de la cantidad de casos de embarazos adolescentes que recibe la Salita, especialmente de chicas que viven en Olavaria y Carriego, donde están los talleres. Salen todos con las hormonas alborotadas y después ahí están llorando, embarazadas. Sería bueno que se haga alguna campaña sobre salud reproductiva, especialmente los domingos que salen todos y esa calle parece Florida.